Y no solo para los usos del título: también sirve para caramelizar azúcar en postres y muchos más.
Fue uno de los regalos de Reyes de este año, y ya lo he usado para gratinar queso Idiazabal rallado en una porción de lasaña casera (en mi casa no les gusta a todos el queso), derretir mantquilla y hacer un sencillo pincho de medallón de solomillo ibérico a la plancha sobre tostada y queso derretido, obviamente con el soplete, indispensable para rematar platos de este tipo, que no deberían gratinarse en el horno, tanto por economía como para que no se hagan de más y se resequen.
En la imagen, estamos pasando el soplete por lonchas muy finas de tocino de bellota sobre una tostada... ¡riquísimo!
Puede que no sea un utensilio de diario, pero, dado su precio (15,90€ con bombona de recarga incluida), merece la pena tenerlo a mano (pero lejos del alcance de los niños, por supuesto).
En concreto, lo compré en Ferretería Fersanz (como siempre, recalcar que no se trata de publicidad, sino de comentar una compra que considero satisfactoria) y el envío fue rapidísimo y el embalaje perfecto, pudiendo ahorrarte los gastos de envío si te puedes acercar a su tienda de Alonso Cano, en Madrid.
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