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Sidra y salud en armonía
"El consumo habitual de este licor, tras larga experiencia, se ha encontrado que asegura considerablemente la salud..."
LA SIDRA Y LA SALUD EN ARMONÍA |
En 1676 escribía John Worlidge refiriéndose a la sidra: "El consumo habitual de este licor, tras larga experiencia, se ha encontrado que asegura considerablemente la salud y la longevidad, manteniendo a los
bebedores en plena fortaleza y vigor incluso hasta edades avanzadas".
"Esta bebida es tónica y sedante, febrífuga, diurética y laxante". Vital Aza
El jugo y la piel de la manzana ya eran considerados remedios medicinales por los asirios-babilónicos antes del año 600 antes de Cristo.
Se atribuye al dorado líquido múltiples características curativas o, al menos, benignas para el organismo: diurética, tónica, antidiarreica, eupéptica, febrífuga, anticatarral, digestiva, preventiva de infartos y otras dolencias cardíacas; laxante, tora del aparato cardiovascular frente a la arterioesclerosis, anticancerígena, cicatrizante, etc.
Recientemente la Doctora Caroline Walker de Brewing Research International, publicó resultados parciales de su investigación acerca de los positivos efectos para la salud de la ingesta moderada y diaria de sidra, concluyendo que la toma diaria de medio litro de sidra aproximadamente influye positivamente en la salud del consumidor.
Buena parte de las investigaciones de la Doctora Walker se basan en el rico contenido de la sidra en antioxidantes, configurándose estos como previsores de daños celulares que podrían originar
dolencias cancerígenas y problemas cardiovasculares.
El calcio y potasio contenidos en la sidra se configuran como importantes factores para mantener
la presión sanguínea en niveles óptimos. Esta misma fuente señala que la sidra, en ocasiones alcanza niveles similares de actividad antioxidante que su equivalente en contenido alcohólico de vino tinto, refiriéndose concretamente a los producidos en Rioja y Burdeos. Asimismo, algunos de esos antioxidantes propios de la manzana favorecen la respiración pulmonar y se revelan como anticancerígenos.
En fin, no sólo refresca, apaga la sed, es testigo mudo de correrías y tertulias, confidente de barra, además es saludable y legendaria por historia y características.
La sidra natural inmuniza contra la gota y la piedra
Los bebedores de sidra son menos propensos a la acumulación de ácido úrico y "presentan una
inmunidad casi general contra males como la piedra y la gota".
Así se recoge en las conclusiones de un estudio sobre esta bebida que ha elaborado un equipo de técnicos de la Junta de Castilla y León.
El ácido málico contenido en la bebida asturiana es un diurético poderoso que
activa la función de los riñones y evita la acumulación de ácido úrico, según la redacción del estudio, por lo que queda demostrado que los bebedores de sidra están menos expuestos a dolencias como la gota y la piedra.
El documento defiende a la sidra como la bebida "refrigerante e higiénica" para combatir el calor estival "entre todas las bebidas fermentadas", incluida la cerveza. Además de esto, el estudio recoge que la sidra posee propiedades litotrícicas, es decir, la bebida tradicional asturiana es excelente para poder prevenir las acumulaciones de piedras y cálculos en los riñones.
Aparato cardiovascular
Es bien conocido que el alcohol, a dosis bajas, no modifica la tensión arterial ni la frecuencia cardíaca.
A dosis elevadas, más de 120 gr., cuando se toma de una manera habitual, puede producir hipertensión, depresión miocárdica y trastornos del ritmo, sobre todo fibrilación auricular.
La ingesta demasiado abundante, de una manera crónica, puede dar lugar a la miocardiopatía (corazón del beri-beri), con gasto elevado, déficit de tiamina y anemia. Es de señalar que, en pacientes con insuficiencia cardíaca de otra naturaleza, pequeñas cantidades de alcohol pueden ser suficientes para producir un rápido deterioro de la función cardíaca.
Un aspecto interesante es el efecto del alcohol en la prevención de la arteriosclerosis mediante los cambios que produce en el colesterol, sobre todo el colesterol "bueno", el ligado a las partículas HDL (lipoproteínas de alta densidad).
Cada vez tenemos mayores evidencias de que el alcohol, a dosis bajas, aumenta las fracciones HDL, que tienen un importante papel tor contra la arteriosclerosis y la enfermedad coronaria.
La sidra, con su acción relajante, por el efecto del alcohol y del ambiente agradable que se produce en su entorno, puede que esté implicada en este tipo de modificaciones del colesterol. Por otra parte el alcohol sensibiliza la insulina y produce una mayor respuesta metabólica a los hidratos de carbono; pero además inhibe la neuglocogénisis, con lo que desencadena una cierta hipoglucemia.
Todos somos testigos de la sensación de hambre que la sidra produce, e incluso de la sudoración y frialdad por hipoglucemia, que a veces se nota al día siguiente de una ingesta copiosa de sidra. Curiosamente este puede ser un efecto beneficioso, puesto que hoy sabemos que hay una enfermedad o síndrome X, con resistencia a la insulina, que tiende a aumentar la arteriosclerosis, y con dosis pequeñas de alcohol parece que puede mejorar la acción de la insulina.
Hígado
Particular atención merece el aspecto del hígado y el alcohol.
Puesto que el alcohol tiene que ser metabolizado en el hígado, al no ser metabolizado como tal, para ello es oxidado acetoaldehido, pasando después a acetato, a través de cuyos mecanismos puede ser tóxico para el hígado en el bebedor habitual, lo que puede dar a lugar al hígado graso, hepatitis alcohólica, desencadenar porfirias, etc.
El alcohol y el sistema nervioso
El alcohol forma parte de la historia de la civilización, ya desde los tiempos de Noé.
Aunque la sidra contiene una cantidad modesta de alcohol, produce un importante efecto sobre el sistema nervioso, sobre el que ejerce una acción depresiva (y no estimulante como vulgarmente se cree); lo que ocurre es que, al perderse los reflejos inhibitorios da lugar a hiperactividad, euforia y oratoria fácil.
También por su acción depresiva sobre los centros vasomotores, induce a la vasodilatación periférica, lo que da lugar al aspecto típico que presenta el bebedor de sidra, con el estómago abultado, brazos delgados, aspecto sonrosado, y, acaso cojeando por un ataque de gota. La sidra, el alcohol, aún a dosis no altas, mediante la conversión del pirubaro en lactato, puede impedir la eliminación de ácido úrico, provocando ataques gotosos.
Y por fin, la acción directa del alcohol, además de la sobre carga hídrica, produce inhibición de la secreción de la hormona ADH, a través de cuyo mecanismo la sidra es capaz de desencadenar marcados efectos diuréticos. En ello influyen también, otras sustancias que lleva la sidra.
Pero, además del alcohol, la sidra contiene polifenoles, especialmente taninos, que actuando como oxidantes pueden dar al alcohol un valor añadido para mejorar el metabolismo lípidico, en este caso evitando la oxidación del colesterol "malo", o mejor de las partículas LDH,(lipoproteínas de baja densidad), que son más activas cuando se oxidan.
El conocimiento de los oxidantes parte de la civilización egipcia, que ya desarrolló un método eficaz para mantener o embalsamar los cadáveres a base de aceites y extractos de plantas que funcionaban como oxidantes. Además de la acción antioxidante, estos polifenoles dan a la sidra unas propiedades fundamentalmente sensoriales, siendo responsables del sabor, color, textura, amargor, astringencia e incluso poder bactericida.
Las propiedades sensoriales tienen mucha importancia puesto que, cuando cogemos el vaso de sidra, lo primero que impresiona a nuestros sentidos es el color y el olor. Inmediatamente después, nuestro paladar ya se prepara para la degustación, e incluso para apreciar la consistencia o textura de la misma. El olor, el gusto y la consistencia constituyen lo que los anglosajones llaman "flavour", que puede influir en la digestión de una manera refleja, aumentando la secreción del jugo digestivo.